Santiago de Chile 20 de mayo de
2014
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Templos de Bagán al atardecer |
Para concluir nuestro recorrido
por el sudeste asiático teníamos pendiente visitar uno de los países más
peculiares y sorprendentes; Birmania (Myanmar). La visita a este país necesitó
de preparación previa; visa, pasaje aéreo y efectivo en dólares para toda la
estancia en el país. Para la visa tuvimos que dedicar una semana entera. Y es
que las autoridades birmanas no permiten la entrada a políticos, periodistas o
personas que ellos consideren que puedan hacer mala prensa. Nosotros habíamos
aprovechado las fechas de Navidad en Laos para ese propósito, y durante nuestra
estancia en Vientiane obtuvimos nuestra visa no sin antes jurar y perjurar en
el consulado birmano que nosotros no íbamos a hacer ningún reportaje, que sólo
queríamos echar un vistazo, que nos
íbamos a portar muy bien y que luego nos iríamos sin más. Además de ese trámite
burocrático, la entrada de visitantes al país sólo se permite por avión, por lo
que tuvimos que hacernos con dos pasajes aéreos desde Bangkok. Y por último, se
necesitaba disponer de un monto en dólares americanos perfectamente planchados
y sin arrugas para poderlos cambiar por su moneda local ya que en Birmania no
hay cajeros automáticos ni bancos en los que se pueda retirar dinero. Bien,
pues tras todos estos preparativos aterrizamos en el aeropuerto de Yangón
(Rangún) la capital del país.
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Fachada de un edificio en Yangón |
Vistas por las calles de Yangón
Y menuda sorpresa, al poco rato
de caminar por sus calles uno piensa que no hace mucho que debía haber pasado un guerra; casas destartaladas, fachadas que parece que se vayan a caer, antiguos
palacios que debieron brillar en la época colonial y que ahora aguardan en
ruinas a alguien que les pueda devolver su antiguo esplendor. La gente era bastante
humilde, quizás no tenían mucho, aunque no se vía una pobreza exagerada. Los
hombres vestían una especie de faldón llamado “logyi” y vimos que muchos de
ellos tenían la dentadura totalmente roja lo cual nos tenía intrigados ya que
no sabíamos porqué. En Yangón, callejeamos durante un buen rato, visitamos
algún mercado y luego de cambiar algo de dinero fuimos a la estación de
autobuses para sacar un billete hacia Bagán para la noche del día siguiente.
Mercado en la calle: pescadería y verduleria
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Playa de vías dónde se encontraba la estación de autobuses
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Esta compañía era la que inspiraba más confianza (tenía teléfono) |
La
estación de autobuses era de lo más rudimentaria, estaba emplazada en una
antigua playa de vías de ferrocarril ya en desuso, y allí, uno se decidía a
comprar un billete a la compañía que le diera más confianza. Simplemente había
que arriesgarse y luego esperar felizmente a que alguna de esas tartanas dignas
de estar en un museo nos llevará a nuestro destino.Otra de las gestiones que
teníamos que hacer era comprar un billete de avión para nuestro siguiente
destino, y allí fue donde empezamos a sufrir. No había internet en ningún
sitio!!! Por más que recorrimos no había manera de encontrar un computador
conectado a la red. Tras seguir las indicaciones de varios locales encontramos
un lugar. En un pequeño hotel había un computador, el aparato seguramente lo habrían sacado del mismo museo que el
autobús que nos iba a llevar a Bagán. Y tras varios intentos con aquella
máquina y con una conexión que se perdía al cabo de pocos minutos conseguimos
comprar los pasajes.
Poco a poco nos íbamos dando cuenta de que Birmania era un
país especial.
Dedujimos que, si bien la diferencia horaria de Barcelona con Bangkok había sido de 6 horas ahora, en Birmania, la diferencia venía a ser de unas 5 horas, 30 minutos y 723 años más o menos...
Al día siguiente fuimos a visitar
la pagoda Shwedagon
se trataba de una gigantesca estupa de color dorado resplandeciente de 100 m de
altura. La estupa estaba revestida con planchas de oro que los diferentes reyes
birmanos y los habitantes de birmania fueron donando a lo largo de los años. Decían
que en su interior se guardan auténticas reliquias de Buda, un trozo de tela de
sus ropas y 8 cabellos. El rencinto en sí era un importante centro religioso
donde acudía un gran número de visitantes, en su mayoría locales y monjes para
practicar sus rituales.
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Centros religiosos del conjunto, con la pagoda Shewedagon al fondo |
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Cúpula de la pagoda |
Pasamos la
noche en un incómodo autobús intentando dormir algo. Y al día siguiente con el
cuerpo molido llegamos a Bagán.
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Planicie con algunos de los templos de Bagán |
Bagán fue la antigua
capital de los reinos de birmania. Está situada en una meseta totalmente
plana y se dice que llegaron a existir más de 4.000 templos, aunque no todos
han llegado hasta nuestros días. La Unesco ha intentado convertir el lugar en Patrimonio
de la Humanidad, pero la realidad política de Birmania lo hace muy difícil.
Birmania es un país gobernado por una junta militar que no permite que haya una
transición democrática. Esto provoca continuas quejas desde EEUU y Europa pero
la Junta Militar apoyada por China persiste en el poder. En Bagán se construyó
un hotel de lujo con un observatorio de 60 m de altura entre los templos y que
es propiedad del yerno del jefe de la Junta Militar. La construcción ha sido
muy criticada por otros organismos pero ahí está!
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Obreros trabajando en la reconstrucción de uno de los templos |
Para visitar los
templos existían varias opciones, bicicleta rudimentaria o carro tirado por
caballos. Nosotros alquilamos dos bicicletas el primer día, y fuimos en carro
el segundo. Durante dos días estuvimos visitando templos. Existen centenares de
templos, algunos son pequeños, se encuentran en mal estado y están
completamente abandonados, otros son tan grandes que parecen castillos y junto
a ellos hay mercados de artesanía local, lugares donde poder comer algo e incluso
pequeños poblados.
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La entrada a los templos siempre era emocionante |
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Templo tipo castillo |
Posiblemente lo que más nos sorprendió en Bagán fue su aire
medieval. Para moverse entre los templos hay que ir por caminos de tierra. La
mayoría de la gente se mueve a pie o en carros tirados por bueyes. A Bagán
vienen peregrinos de toda Birmania, por lo que durante nuestro trayecto teníamos que apartarnos del camino
para dejar pasar a largas caravanas de carretas tiradas por bueyes.
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Blanca cediendo el paso a una larga caravana |
Apenas se
ven vehículos a motor y los que se ven son más bien artesanales (en general
consisten en el motor de un motocultor al que le han añadido un bastidor y le
han agregado cuatro ruedas, (cada una de las cuales las han reciclado de un carro
distinto por lo que las cuatro son distintas).
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Coche birmano |
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Aristócrata dando un paseo en auto |
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Viajeros a bordo de autobús local |
Muchos de estos inventos eran convertidos
en autobuses locales donde los viajeros simplemente se subían al remolque de
carga. Mientras pedaleábamos íbamos viendo a campesinos segando el cereal,
pastores de ganado, poblados repletos de talleres de artesanos y un sinfín de
oficios quizás más propios de otra época.
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Campesinos con templos al fondo |
Nosotros
llegábamos a los templos y nos adentrábamos en su interior. En los más pequeños
normalmente no había nadie y podíamos entrar a investigar tranquilamente. Los
más importantes, sin embargo rebosaban actividad; monjes rezando, peregrinos,
devotos y otros visitantes. Curiosamente, a pesar del enorme tamaño que tenían estos
últimos desde el exterior, en su interior apenas albergaban algunos pasillos y
una pequeña cámara con una estatua del buda.
A la izquierda Blanca investigando por el interior de uno de los templos, a la derecha trabajos de limpieza en el interior de templo
El espectáculo
más sorprendente lo teníamos cuando subíamos a su terraza superior. En muchos
había que jugarse el tipo y trepar por unas empinadísimas escaleras pero cuando
llegábamos arriba teníamos las espléndidas vistas del lugar. Desde lo alto se
podía ver una gran planície salpicada de cientos de templos. Desde cada templo
se tenía una perspectiva diferente y era desde estas terrazas desde donde uno
podía contemplar los templos más cercanos sin ningún obstáculo y apreciar toda
su magnificencia.
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Vista de los templos de Bagán |
El segundo día
continuamos nuestra visita en carro de caballos, ese día sí que tuvimos la
sensación de haber viajado atrás en el tiempo al entrar a poblados de artesanos
acompañados por el sonido del trote del caballo, bajarnos del carro y ver como
trabajaban los habitantes en oficios ya desaparecidos en nuestro mundo. Unos hacían cestos de mimbre, otros modelaban
piezas de alfarería, todo el poblado, niños incluidos se dedicaban a realizar
delicados trabajos que luego vendían a los visitantes por precios irrisorios.
Conocimos a una pareja de locales que
nos enseñó el poblado, nos mostraron los talleres e incluso sus casas, que en
general eran pequeñas cabañas de bambú, sin duda era impresionante ver cómo
vivía el pueblo entero de sus oficios tradicionales y sobre todo, ver la alegría con que lo hacían.
Aproximación en carro
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Blanca se dispone a investigar por el interior |
Arriba a la izquierda: Mujer equilibrando cesto de leña con niño. El resto: mujeres birmanas fumando
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Blanca siempre tenía algunos regalos para los niños |
Al atardecer el
conductor del carro nos llevó a su templo favorito desde donde ver la puesta de
sol. Desde lo alto del templo contemplamos tranquilamente como los últimos
rayos de sol iban dorando los templos. Y poco a poco el sol fue descendiendo
ofreciéndonos un espectáculo de colores sobre las fachadas, primero las fue
pintando de color crema para luego darles un toque rojizo. Poco antes de
ponerse el sol, los últimos rayos se filtraron por detrás de los templos
creando una imagen de lo más trascendental. Los campesinos se fueron retirando
cargando fardos sobre sus cabezas mientras poco a poco iba oscureciendo.
Nosotros también teníamos que retirarnos así que felizmente y satisfechos nos
devolvimos al hostal a bordo de nuestra carreta.
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Atardece en Bagán |
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Colores durante la puesta de sol |
Al día
siguiente por la tarde partimos hacia Mandalay, la segunda ciudad de Birmania.
De nuevo pasamos la noche en un viejo autobús dando botes sobre incómodos
asientos. Paramos para cenar en una especie de estación de servicio a la
Birmana donde paraban todos los autobuses de la ruta. El lugar era de lo más
peculiar; había luces de neón de colores por todas partes con el fin de darle
al lugar un aire de modernidad. En el interior del local servían todo tipo de
comidas. Lo que más nos impresionó era ver que todos los camareros eran niños,
algunos de ellos no tendrían más de 6 años y se les veía agotados tratando de
servir a una innumerable cantidad de clientes. Aquella escena nos hizo
reflexionar una vez más sobre afortunados que éramos de pertenecer a la minoría
del mundo que vive con todas las facilidades y donde la mayoría de menores
pueden jugar y ser niños.
Tras la parada
proseguimos la ruta sobre el camino de ripio para llegar a Mandalay de
madrugada. Llegamos sobre las 5:30 de la mañana y la ciudad estaba dormida por
lo que todavía no podíamos tomar ningún transporte para buscar un hotel así
que, como apenas habíamos dormido nos tumbamos en un banco de madera de la
estación para tratar de descansar un poco.
Una hora más tarde ya teníamos un taxi y le pedimos que nos llevase a un
hostal, llegamos y no había sitio para nosotros así que fuimos a otro y
tampoco. Estábamos muy cansados, queríamos encontrar un sitio para descansar
ese día y visitar la ciudad al día siguiente pero tras preguntar en más de
siete hostales nos encontramos con que no había sitio. Finalmente encontramos uno,
pero nos pedían un precio exagerado por un cuchitril lleno de bichos y nos
negamos a ceder ante tal abuso, así que decidimos sacar fuerzas para visitar la
ciudad ese mismo día y volver a viajar en la noche. Pactamos un precio para
todo el día con el conductor de aquel especie de taxi o más bien carricoche descapotable
y nos fuimos de visita.
Uno de los
principales atractivos del lugar es el puente de U Bein. Se trata de un largo
puente de madera de Teka de 1,2 km de longitud construido a mediados del siglo
XIX y es el puente de este tipo más largo y más antiguo del mundo.
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Vista general del puente de U Bein |
El puente cruza
el lago Taung Tha Man, sus aguas estaban como una balsa de aceite y sobre ellas
navegaban un sinfín de barcas de pescadores. Junto a la orilla se podía ver a
los campesinos trabajando las fértiles orillas del lago.
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Campesinos con el puente al fondo |
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Blanca paseando sobre el puente |
A la izquierda: vistas de la pasarela. A la derecha: animales en venta
Se trataba de una rústica construcción de troncos a modo de pilares que soportaban un larguísima pasarela también de madera y que unía las dos orillas. Al cruzar el puente era fácil cruzarse con comerciantes de todo tipo y existían varios puestos donde vendían cualquier cosa. A Quique le ofrecieron un búho, sí en serio, un gran búho vivo que a Quique le hubiera encantado traerse para casa.
Paseamos el
puente de un lado para otro ya que hacerlo era de lo más agradable; uno nunca se
cansaba de ver todas aquellas barquitas flotando en aquellas aguas tan
tranquilas.
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Barquitas sobre el lago |
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Vista de los pilares del puente |
Y tras nuestra visita al puente seguimos visitando. Cruzamos el rio
Ayeyarwaddy sobre un gran puente metálico y vimos como transportaban troncos a
lo largo del río. Desgraciadamente para los bosques de Birmania, el comercio de
maderas exóticas es una fuente de ingresos muy lucrativa aunque a costa de
destruir bosques enteros de árboles centenarios. Parece ser que China se lleva
todas esas maderas que se compran en todo el mundo y oímos que ya se ha destruido un 60% de los bosques del país!!!.
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La destrucción de los bosques de Birmania |
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Transporte de maderas exóticas por el río |
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De bajada |
Tras
ver esa triste imagen fuimos a visitar un templo situado en las proximidades de
Sangaing, quizás lo más interesante no era el templo sino la ascensión al monte
donde se encontraba. Para llegar a la cima había que subir por unas escaleras
interminables que nos dejaron sin aliento y una vez en lo alto se podían ver
las vistas del río. Y luego, otra vez para abajo. Con ese paseo, agotados,
dimos punto final a nuestra visita a Mandalay así que nos volvimos a la misma
estación a donde habíamos llegado aquella misma mañana y tomamos el autobús hacia
Inle Lake.
Esta vez la
distancia era más corta, íbamos a pasar la noche en el autobús para llegar al
día siguiente sobre las 7:00 de la mañana, y una vez en nuestro destino,
esperábamos poder descansar. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos sobre
aquellos durísimos asientos de piedra a bordo del bus. Dormimos hasta que de
repente, el bus se paró y medio dormidos vimos como el conductor se bajaba.
Nuestras sospechas se confirmaron al momento: Nuestro autobús había decidido
que ya no más, que su momento para retirarse a un museo había llegado y que no
tenía la menor intención de llevarnos al Inle Lake. Dedujimos, gracias a
nuestro rudimentario birmano (aunque también ayudaron las dotes de nuestro
conductor para el lenguaje de signos), que se había roto la bomba de gasolina y
que, por esa razón, el motor no recibía combustible. Todo indicaba que tendríamos
que quedarnos para siempre en aquel camino de tierra perdidos en medio de la jungla!!!
La verdad, es que en ese momento, a nosotros aquel destino ya nos estaba bien,
eso sí, siempre y cuando pudiéramos dormir!!! Así que nos volvimos a acomodar
sobre nuestras respectivas piedras para seguir durmiendo. Pero el conductor no
estaba de acuerdo con aquello así que lo primero que hizo fue despertarnos a
puntapiés… Si queríamos llegar a nuestro destino teníamos que colaborar. Y es
que resulta que nosotros estábamos en los últimos asientos del autobús y allí
le estorbábamos porque no podía colocar las garrafas de gasolina!!! El plan era
el siguiente: Se colocaban garrafas de gasolina en los últimos asientos del
bus, desde allí se descolgaba una manguerita por la ventanilla de manera que se
podía llevar la gasolina al motor, y como las garrafas estaban en un punto más
elevado ya no era necesaria la bomba. Nosotros nos reubicamos en los asientos
de la penúltima fila y todos contentos, bueno no, todos menos el autobús que
una vez más veía como se retrasaba su edad de jubilación… El plan tenía una
pega, y es que la gasolina de la garrafa sólo daba para unos 15 minutos de
marcha. Transcurrido ese tiempo había que parar, bajar a recargar la garrafa
con gasolina del depósito y luego volver a subir la garrafa al último asiento,
enchufar la manguerita y reiniciar la marcha. Así que continuamos avanzando
parando cada cuarto de hora para repostar. Con tanto pasear gasolina arriba y
abajo el interior del autobús quedo vaporizado de gasolina, el olor era tan
fuerte que quedamos todos mareados, así que, con esa dosis de psicotrópicos y
agotados, caímos dormidos sobre nuestros asientos de puro granito. Quique soñó
que era capitán de un gran petrolero y Blanca soñó que por fín habíamos
conseguido construir nuestra propia casa y que en el jardín, entre unas
hortensias y unos rosales, habíamos abierto un gran pozo de petróleo. También soñamos más cosas porque los sueños
en nuestro viaje sólo alcanzaban 15 minutos de duración y ya no nos acordamos
porque fueron muchas veces 15 minutos! Sobre las 11:15 de la mañana nos
detuvimos.
-Gasolina?-Preguntamos nosotros
-No! Estación de servicio. Desayunar- Dijo el conductor
-Ahhh!- Exclamamos.
Habíamos
llegado a una estación de servicio. Ésta era de lo más peculiar, ya no era una
gran estación como la que habíamos visto en la ruta anterior esta era una
estación de camino secundario y era más pequeña y rudimentaria. Lo primero que
vimos fue como vendían una rata viva. Sí, en aquella estación había oferta
especial de ratas, una mujer birmana escogió la que más le gustó de una jaula,
la vendedora se la pesó, la mujer pago lo estipulado y agarró al bicho por la
cola mientras éste luchaba desesperadamente por escapar, y sin inmutarse se fue
feliz planeando si el animal que colgaba de su mano sería más gustoso cocinado
a la cazuela o a la plancha…
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Compra venta de roedores |
Nosotros
pedimos dos cafés de sobre porque aquella mañana no nos apetecía rata. Blanca,
que nunca había estado en una “Medas” birmana, aprovecho para ir a investigar y
Quique la esperó saboreando su café de sobre. Cuando Blanca volvió le explicó a
Quique los descubrimientos que había hecho. Se había colado en la cocina, y
había visto como preparaban la comida y lavaban los platos. Lo hacían todo a la vez, los platos sucios y
la comida a preparar estaban en el mismo sitio, así que, si la cocinera necesitaba
un plato limpio, sólo tenía que coger uno de los usados, rascarlo un poco
contra su falda y el plato quedaba listo para ser usado de nuevo. Blanca fue
descubriendo un poco más de la cocina Birmana hasta que fue descubierta y
acusada de espionaje, por lo que la invitaron a retirarse de la cocina. Blanca
insistió en que no se preocuparan, que no iba a revelar a nadie la receta
ancestral secreta para cocinar ratas, pero no sirvió y fue expulsada de la
cocina. Eso sí, no sin antes haber podido registrar algunos de sus hallazgos en
su maquinógrafo de microfilmación. Al final de esta entrada os incluimos un corte del documento.
Finalmente
llegamos a Inle Lake por la tarde. Durante el viaje habíamos conocido a una
pareja de polacos que también estaban curioseando por Birmania y habíamos
estado intercambiando experiencias. Cuando por fin nos apeamos del autobús y
recuperamos nuestros equipajes ellos tuvieron la ingrata sorpresa de descubrir
que les habían robado gran parte de la ropa que llevaban en sus mochilas. A
nosotros milagrosamente no nos tocaron nada, suponemos que nos salvamos porque
a los birmanos no les gustan las ropas que apestan a gasolina. En fin, que los
viajes en autobús por Birmania son una de esas experiencias que se pueden
probar alguna vez en la vida. Pero una sola vez, no más!!!
Desde la
estación de autobús tomamos una especie de carricoche descapotable hacia la
localidad de Nyaungshwe a orillas de un río que desemboca en el lago Inle. A medio
camino nos detuvimos por que había una especie de aduana custodiada por una
ristra de gandules locales. Allí nos pidieron que abonásemos una especie de impuesto
para visitar la zona, que si no pagábamos en ese momento, luego, a la vuelta no
nos dejarían salir. Así que les dijimos que ya pagaríamos a la vuelta, y tras
discutir un rato en birmano nos dejaron seguir nuestro camino advirtiéndonos, o
eso entendimos, que ya nos pasarían la factura a la vuelta.
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Desde nuestro hotel se podía ver toda la actividad del río |
Nos alojamos en
un comodísimo hostel a orillas del río. Tuvimos la suerte de que nos dejaran
una cabaña entera para nosotros solos. El lugar era fantástico, desde la orilla
se podía ver un sinfín de canoas de carga circulando rio arriba y rio abajo
transportando mercancías. Esa misma tarde fuimos a visitar el mercado del
pueblo acompañados por nuestros nuevos amigos polacos. Los mercados de Asia son
de los más agradables, en cada puesto de venta había familias enteras vendiendo
productos autóctonos sin que hubiesen sido manipulados.
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De visita por el mercado |
Algunos de los productos del mercado
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Padre con su hijo |
Y luego, tras un paseo
por el pueblo, volvimos a nuestro hostel dónde nos apuntamos a una excursión en
canoa para el día siguiente. Esta vez, nuestros compañeros iban a ser otros
huéspedes del hostel. Una muchacha austriaca que tras trabajar un tiempo en
Dubai había decidido ir a estudiar un Master a Bangkok, una joven de rasgos asiáticos
pero educada a la europea que había conseguido hacer el mejor cambio de moneda
birmana de la historia (no como nosotros, que cuando cambiamos moneda nos
timaron, como siempre!!!) y un joven alemán que cuando por fin se habían
logrado pactar todas las singularidades de la excursión, precio, duración y
lugares a visitar, formuló una frase que bien podría resumir el carácter de su
país entero. La frase era: -I
feel much better when everything is organized!!! Pues eso, igualito que
nosotros!!! Y después de cenar con nuestros nuevos amigos occidentales nos
fuimos por fin a descansar. Y esta vez lo conseguimos, no sin antes perpetrar,
como ya teníamos por costrumbre desde hacía semanas, nuestro plan de gasificación
y exterminio total de mosquitos autóctonos que se hubiesen atrevido a entrar en
nuestra habitación.
Al día
siguiente, todavía de noche, nuestro elenco de curiosos occidentales embarcamos
hacia el lago. Nuestra canoa se deslizó
velozmente río abajo moviéndonos a través de una ligera capa de bruma que yacía
sobre la superficie del agua, y, como fantasmas, con las primeras luces del
día, se nos aparecían otras barcas que se cruzaban con nosotros en el camino.
Una vez en el lago vimos varias canoas de pescadores. Muchas de las canoas eran
sumamente pequeñas y el único tripulante de ellas se movía de proa a popa con el
equilibrio propio de un funambulista. Nosotros nos hubiésemos caído al agua
unas 10 veces por viaje, pero ellos los hacían sin esfuerzo alguno.
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Como espectros empezaron a aparecer algunas canoas |
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Pescadores en el lago |
Pescaban
usando unas enormes nansas hechas de bambú. Las sumergían en el agua y las
levantaban en un espectáculo de malabarismo sin igual en el que usaban los
pies, las manos y todo lo que hiciera falta sin desequilibrarse lo más
mínimo. Para remar tenían una técnica de lo más peculiar, colocaban un pie fijo
a modo de pivote, y con el otro pie se enroscaban el único remo de la
embarcación y, mediante una danza perfeccionada durante siglos, podían
desplazarse y maniobrar hacia cualquier lugar a donde quisieran ir.
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Pescador manipulando su nansa con destreza |
Nuestra primera
parada fue una especie de templo que hacía de centro comercial, allí acudían
los lugareños para intercambiar productos; frutas, leña, ganado, pescado,
especias y cualquier otra cosa. Hicimos un alto para visitar el templo y las
paradas de los mercaderes y proseguimos la visita.
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Acercándonos al gran mall del lago |
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Puesto de especias |
Puestos de frutas y verduras
Nos metimos por una laberíntica zona de canales y empezamos a ver diferentes aldeas dispuestas a modo de palafitos, es decir, construían las casas sobre unos pilotes de madera que se hincaban en el lodo del fondo del lago y allí vivían pescadores y otras gentes que aprovechaban todos los recursos: cultivaban algas, instalaban talleres, incluso tenían algunos animales en una suerte de establos que habían construido sobre las plataformas del palafito.
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Vistas del palafito |
Interior de una destilería de licor de arroz
Visitamos una destilería de licor de arroz y aprovechamos para ir al baño. Un baño es de lo más fácil de construir en un palafito, se trataba de cuatro biombos de cañas de bambú y un techo de paja, levantados sobre la plataforma, en el interior de los cuatro biombos había un agujero, de modo que todo lo que se hacía ahí dentro caía directamente al lago. La única precaución que se debía tener era no pisar el agujero, no siendo que uno se pueda escurrir y caer al agua junto con sus propios residuos.
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Detalle de una de las casas del palafito |
Sobre estas lineas, arriba transporte en canoa. A la derecha Blanca pregunta si hay alguien en el baño. Abajo, muchacha peinando sus cabellos y a la derecha detalles de la vida en el lago.
Nos pasamos el
día visitando talleres, pequeños comercios y algún que otro poblado en la
orilla. Y al final del día visitamos el templo de los gatos. Éste templo era
totalmente de madera y estaba suspendido sobre el lago, en su interior tenían
la estatua del buda y los monjes vivían en armonía entre centenares de gatos
sagrados. Como es lógico, el lugar desprendía total felinidad, perdón,
felicidad.
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Otra vista del Palafito |
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Arriba Blanca, haciendo amigas, a la derecha mujer "jirafa" haciendo gestiones por teléfono. Abajo, mujer con niño atravesando el canal. |
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Detalle de la forma de remar en el lago |
Talleres del palafito
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Y por la tarde, un buen baño |
Arriba jóvenes monjes pasando el rato. Abajo: Niños saliendo de una escuela
Madre con su hijo
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Interior del templo de los gatos |
Monje budista con gatos
Desde el templo pudimos ver como los pescadores se iban retirando a sus casas según atardecía y con la puesta de sol nos volvimos a casa felices por haber disfrutado con nuestra inolvidable excursión. Y nuestro amigo alemán satisfecho, pues todo se había realizado fielmente y de acuerdo al plan preestablecido.
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Pescadores retirándose a sus casas |
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Un día más en Inle Lake |
Elenco de curioseadores; de izq a dcha: Los togethers, la estudiante austríaca, la muchaha tailandesa, y el joven alemán.
Al día
siguiente, teníamos que tomar un autobús. Así que le pedimos a la jefa del
hotel que tan bien se había portado con nosotros, si podía conseguirnos algún
carricoche, no sin antes advertirle que seguramente nos esperaban unos amigos que
habíamos hecho dos días antes en el puesto de control de peajes. La mujer
dispuso para nosotros su carricoche particular dando instrucciones precisas al conductor.
Nos despedimos de todos y partimos hacia la estación. Según nos íbamos
aproximando al puesto de control el conductor pisó el acelerador para,
finalmente, atravesar el control a toda velocidad y sin detenerse, dejando tras
de sí una nube de polvo. De inmediato dos filibusteros birmanos cabalgaron
sobre sus motocicletas y salieron en persecución. Nos alcanzaron, se pusieron a
la par de nuestro carricoche gritando como energúmenos y haciendo todo tipo de gestos
birmanos para que nuestro conductor se detuviera. Éste, sin aminorar lo más mínimo
la marcha les contestó. Toda la conversación fue en birmano, pero la hemos
traducido para vosotros:
Pirata birmano:
-Detente, hay que controlar si estos turistas abonaron el peaje obligatorio para
visitantes.
Conductor:- Ya
pagaron. Tenemos que ir a la estación. No molestes.
Pirata birmano:
-Necesitamos el comprobante. Detente.
Conductor: - Anda
y que te zurzan! Ya te he dicho que tenemos prisa-Y siguió sin inmutarse.
Los piratas,
que con aquel rato de persecución ya habían trabajado suficiente para todo el
mes, decidieron abandonar y se dieron vuelta. De este modo eludimos el pago de
aquel injusto y abusivo tributo y llegamos a la estación de autobús sin más
incidencias quedando totalmente agradecidos al conductor y a nuestra hospedera
por habernos salvado de los piratas.
Después de nuestra visita a Inle
Lake todavía nos quedaban algunos días en Birmania y habíamos decidido dedicarlos
intensamente a holgazanear en la playa. Tomamos varios autobuses con peripecias
varias y parando en todas las “Medas” birmanas del camino hasta llegar a Ngwesaung, una pequeña población en la costa
del Océano Índico en las inmediaciones del Golfo de Bengala. Allí encontramos
una playa larguísima y preciosa.
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Blanca en su playa, no está mal no? |
De hecho la costa Birmana es la continuación
de la costa tailandesa que toca al mar de Andamán, la gran diferencia es que en
el lado birmano las playas están casi desiertas. En Tailandia el turismo lleva varios
decenios de ventaja y toda su costa es un destino famosísimo plagado de
occidentales. En Tailandia se ofrecen todo tipo de fiestas, excursiones a islas
maravillosas y salidas de buceo para los amantes del submarinismo, mientras que
en Birmania no hay nada más que algunos hotelitos bastante básicos. Birmania es
un país abierto hace relativamente poco a los visitantes y el turismo no está explotado, de hecho su
situación política a día de hoy es compleja. Desde 1964 está gobernado por una
Junta Militar, en 1990 se celebraron unas elecciones y la Junta Militar perdió
pero ignoró los resultados. A fecha de hoy la Junta Militar promete una
democratización del país que nunca llega y existe una gran represión sobre la
población. A decir verdad, Birmania es un país donde persisten todavía un
sinfín de enfrentamientos en muchas de sus regiones, y no es posible visitar
más allá de algunos lugares concretos. Los birmanos tienen el mismo tipo de
islas con playas fabulosas que los tailandeses, pero con la diferencia de que
no se pueden visitar a menos que te lleve algún pescador ya que no hay oferta
para visitantes. La obtención del visado birmano es lenta y ardua (si bien no
especialmente difícil cuando nosotros estuvimos, eso sí, siempre y cuando no
seas periodista ni pretendas salirte de la ruta) y el turista sólo puede entrar
por avión. La oferta hotelera es pobre y uno no puede campar libremente por el
país sino que debe ir sí o sí a los destinos permitidos (no hay que olvidar que
hay muchas zonas en permanente conflicto por enfrentamientos internos entre
etnias o entre grupos religiosos). A todo esto se suma el problema de que hay
que llevar efectivo en dólares para toda la estancia y cambiar moneda con
piratas y maleantes.
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Vista de la playa |
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Familia birmana dándose en baño en el mar. (En casi toda Asia se bañan vestidos, los trajes de baño a los que estamos acostumbrados son demasiado provocativos para ellos) |
Bueno, pues Ngwesaung Beach era uno de estos sitios de la
costa que estaba permitido visitar. Pero si el turismo del lugar ya era poco, todavía
era menos cuando estuvimos ya que toda la zona se vio seriamente afectada,
primero por el tsunami de 2004 y luego tras recibir el azote del ciclón Nargis que
alcanzó la costa birmana en 2008 y arrasó el lugar nuevamente. Tras estos dos trágicos
sucesos el turismo en la costa nunca se ha recuperado (si bien nunca se había desarrollado).
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Hotel arruinado por el huracán Nargis de 2008 |
Nos alojamos en un pequeño hotel de cabañas. No había más que algunos pocos
visitantes, así que estuvimos muy tranquilos descansando sin otra cosa que
hacer que tumbarnos, bañarnos, pasear y leer. La playa era kilométrica y no terminaba
nunca por lo que podíamos pasear sin interrupción.
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Como veis no había casi nadie! |
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Barcas de pescadores |
Durante nuestros paseos, a
menudo nos encontrábamos caminando solos entre el mar y un bosque de palmeras.
Había tramos interminables en que no había ninguna construcción más que los
restos de algún antiguo resort destruido por el huracán. La arena era muy fina
y la playa presentaba una pendiente muy suave hacia el mar así que había que
adentrarse una treintena de metros para que el agua nos alcanzara hasta las
rodillas.
Un día Quique tomó prestada una bicicleta y se fue a explorar por ahí. Tras varios kilómetros de pedaleo por la playa vio a un grupo de personas con sus maletas y fardos que estaban esperando en la orilla. Al principio no entendía, pensó que esperaban algún autobús. Bueno, pues eso era, lo único es que el autobús iba por vía marítima pues era una especie de patera que los llevaba a pequeños islotes o a otros puntos de la playa.
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Esperando el autobús? |
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Embarcando en uno de los transportes locales |
Una tarde Blanca se tumbó en una hamaca a leer tranquilamente y
Quique no se pudo resistir y aprovechó para ir a correr por la orilla de
aquella playa tan preciosa. Y siempre, al final del día, Quique y Blanca se
sentaban plácidamente en una tumbona para ver como el sol se hundía poco a poco
en el mar. Aquello sí que fue un verdadero descanso!!!
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Blanca leyendo al atardecer |
Izquierda: Atardecer en la playa. A la derecha dos jovenes se reunen para fumarse un pitillo durante la puesta de sol.
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Blanca contemplando la puesta de sol |
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Un día más en Ngwesaung Beach |
Finalmente,
tras nuestro esperado descanso llegó el momento de irse. Tomamos un autobús
hacia Yangón y cuando estábamos más o menos a mitad de la ruta nos topamos con
otro bus que venía en sentido contrario. La carretera era tan estrecha que cada
uno de los buses se ajustó a su lado para dejar pasar al otro sin aminorar la
marcha (la opción de reducir la velocidad no estaba contemplada, ya no es
planteable para ningún conductor birmano temerario que se precie). Así que los
dos buses se cruzaron y ZAS!!! CRASH!!! y CLING CLANG CLUNG!!! Os explico: El
Zas! fue el choque entre los retrovisores de los dos autobuses, el Crash! debido
a que los dos espejos reventaron totalmente y el cling! Clang! clung! Fueron
los miles de trocitos de cristal que fueron proyectados hacia todas partes y
que cayeron sobre el piso y sobre los viajeros. Y es que nuestro autobús no
tenía puerta lateral así que los miles de pedacitos pudieron entrar al interior
sin problema. A Quique le golpeó un trocito de cristal en el ojo que lo dejo
medio ciego durante un buen rato, afortunadamente se le fue pasando poco a poco.
Repetimos! -Con un solo viaje en autobús birmano es suficiente!!! Finalmente llegamos
a Yangón, y desde allí volamos de regreso a Bangkok donde aún tuvimos tiempo
para dar un último paseo por uno de esos lujosos centros comerciales gigantes antes
de volar hacia nuestro siguiente destino: Ceilán.
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-Hasta la vista- Para ver algún video de nuestras experiencias por Birmania hacer click AQUÍ |