Santiago de Chile, 19 de julio de
2018
ISTAMBUL
Llegamos a Estambul por la noche,
el 1 de febrero de 2012, era pleno invierno y la ciudad estaba completamente
nevada. A la mañana siguiente, luciendo las nuevas prendas de invierno que habíamos
adquirido el día anterior en un outlet de Dubai, nos dispusimos a recorrer la
ciudad.
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Hagia Sophia amanecía nevada el día que la fuimos a visitar |
Visitar una ciudad como Estambul
requiere de un trabajo previo de documentación. Hacerlo es más que recomendable
si uno quiere saborear algo de su fascinante historia. Nosotros
teníamos algo olvidado cuanto habíamos aprendido en la escuela así que quisimos
refrescar algunas peculiaridades de la ciudad y de Turquía. Y, como sucede con
muchas ciudades, según se va entrando en la lectura de su historia, uno queda
prendado y se va adentrando más y más…
Así que, como dos estudiantes aplicados, y con la lección aprendida ( o, al
menos una pequeña parte) iniciamos nuestra visita a la ciudad.
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Blanca advierte que se ha vuelto a poner a nevar |
La antigua Bizancio está situada
en el estrecho del Bósforo, a caballo entre Europa y Asia. En un lugar
excepcionalmente estratégico del Mediterráneo que durante siglos ha controlado
la ruta hacia Asia además de la entrada al mar Negro. Actualmente es la mayor
ciudad de Europa con más de 14 millones de habitantes. Fue fundada por los griegos,
allá por el siglo VI a.C. y tomada más adelante por los persas, después vinieron
los macedonios de Alejandro Magno, quienes también la conquistaron. Luego cayó
en manos de los celtas hasta que sobre el año 100 a.C. vino a estar bajo la
posesión del Imperio Romano y se convirtió en la capital de su mitad oriental
tras su división en el 395 d.C. Gracias a su enclave privilegiado mantuvo su
posición de potencia comercial, cultural y estratégica durante siglos mientras
el Imperio Romano de Occidente entro en una crisis cada vez más profunda que lo
llevó finalmente a su caída. Más tarde, la entonces llamada Constantinobla, vino
a pertenecer a los turcos desde el año 1453 por lo que dejó de ser una ciudad
cristiana para convertirse en islámica. Con los turcos fue la capital del
Imperio Otomano hasta su descomposición en 1923, año en que se estableció
finalmente la república de Turquía.
Con todo este elenco de pueblos a
los que ha pertenecido, además de otros que fueron acogidos y, siendo todos
culturas tan distintas como ricas, la ciudad tenía mucho por mostrar; iglesias,
mezquitas, palacios, ruinas romanas, baños turcos, mercados de especias,
bazares… La lista era interminable. Para empezar quisimos visitar la que es
considerada la mayor obra de arte del Imperio Bizantino: Hagia Sophia. Con un
mapa en la mano, nos dispusimos a atravesar la ciudad por sus calles heladas y,
al cabo de unos cuantos resbalones, estábamos cruzando los jardines del palacio
de Topkapi para llegar a la antigua basílica.
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Cruzamos las inmediaciones del palacio de Topkapi |
El edificio se había construido
originalmente como iglesia y más tarde fue reconvertida a mezquita, por ello se
le añadieron los cuatro minaretes. Actualmente funciona como museo y de esta
manera se evita que cristianos y musulmanes se peleen por el monumento. Por
fuera, el edificio parece pesado, pero al entrar al interior uno no da crédito.
De repente se entra a un espacio completamente diáfano de dimensiones formidables.
La planta es un rectángulo de unos 80x70 metros y, en lo alto, se sostiene una
gran bóveda con forma de media esfera a 57 metros sobre el suelo.
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Tras atravesar la entrada se llega al majestuoso espacio interior |
Quique no se lo podía creer. Y, –¿Cuándo dices que se construyó ésto?-Le preguntó varias veces a Blanca.
–Pues parece ser que allá por el quinientos
trenta y algo- respondía Blanca.
–No puede ser!!!- repetía Quique-
O sea, que aquella gente ya era capaz de hacer estas cosas mientras el resto
del mundo no construía más que alguna que otra ermita y toscos castillos?.
Y es que, se dice que el edificio cambió la
historia de la arquitectura para siempre. La superficie de la catedral era tal,
que no fue superada hasta pasados más de 1.000 años.
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Interior de Hagia Sophia |
El emperador de aquel tiempo,
Justianiano I, mandó traer material procedente de todo el imperio; piedras de
pórfido
de
Egipto,
mármol verde de
Tesalia, piedra negra del
Bósforo,
piedra amarilla de
Siria e incluso le
vinieron bien algunas piezas de otros monumentos como las
columnas del
Templo de Artemisa en
Éfeso
(más tarde, durante nuestra visita a Éfeso, las íbamos a echar de menos…)
Como Estambul es una zona sísmica
muy activa, el edificio fue dañado en muchas ocasiones y su cúpula tuvo que ser
reconstruida dos veces. Además de haber sufrido saqueos, incendios y un sinfín
de remodelaciones decorativas según la religión del momento.
Con los otomanos fue convertida
en mezquita y con los años y los terremotos empezó a mostrar signos de fatiga
por lo que fue reforzada por el exterior, en el siglo XVI, según los diseños de
un
arquitecto otomano: Mimar Sinan,
quien está considerado el primer ingeniero en incluir soluciones antisísmicas.
Como mezquita sirvió de
inspiración para la construcción de otras grandes mezquitas por toda la ciudad,
y es que cada gran sultán otomano tenía que construir la suya para conmemorar
su reinado (…no hemos cambiado mucho).
Tras nuestra visita a Santa
Sofía, visitamos el palacio de Topkapi deleitándonos con sus valiosísimos
tesoros y luego nos encaminamos hacia la Mezquita Azul que estaba muy próxima.
Esta mezquita, mucho más grácil desde el exterior que Santa Sofia, la mandó
construir un tal Ahmed I allá por el siglo XVII. Al parecer, este sultán, quería
superar a la grandiosa Hagia Sofia (que era la mezquita más importante aún en
ese momento). Los otros sultanes habían usado el botín de las guerras para
financiar sus mezquitas pero al tal Ahmed I no le había ido nada bien, lo habían
derrotado en todas las grandes batallas. Así que, incapaz de generar nuevos
ingresos, se apoderó de los fondos del tesoro (los ahorros de la ciudad) con el
fin de construir la mezquita que lo tenía que inmortalizar, (…eso sí que se lo
han copiado bien algunos políticos de nuestro tiempo!!!). Ahmed I les explicó a
todos que se tenía que construir la mezquita para apaciguar a Alá ya que Éste estaba
disgustado y que por eso les iba tan mal en las guerras…
En el lugar donde quería emplazar su mezquita
estaba el Gran Palacio de Constantinobla y, como le estorbaba, lo compró y lo
derrumbó. También le molestaba parte del hipódromo que también corrió la misma
suerte. Agotó las existencias de mármol y ya no quedó de este material para
otras obras. Levantó 6 minaretes, y lo criticaron por engreído ya que éste era
el mismo número de minaretes que la mezquita de Kaaba en la Meca. Para solucionarlo
regaló un séptimo minarete a la mezquita de Kaaba y listo!!!
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Mezquita azul por fuera |
A Quique, la Mezquita Azul le
pareció más bonita por fuera que por dentro. Pero si el tal Ahmed I pretendía
superar el interior de Hagia Sophia, el pobre, a nuestro criterio, no lo logró.
Hay que reconocer que el muchacho puso todo su empeño y el resultado no está
nada mal!!! ¡Pero no! No le podemos dar el primer premio…Y todavía menos si
tenemos en cuenta que Hagia Sophia se construyó casi 1.100 años antes!!!
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La mezquita Azul por dentro |
Muy cerca estaba la Cisterna
Basílica, ésta era una gran cámara subterránea que se construyó en tiempos de
Justiniano I allá por el 532 d.C. con la idea de poder abastecer a la ciudad en
caso de asedio. Si el enemigo destruía el acueducto que traía agua, entonces, disponían
de una gran reserva de agua para aguantar… La cámara está poblada por un gran
bosque de columnas separadas a unos pocos metros unas de otras.
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El agua se almacenaba entre cientos de columnas |
La cisterna abasteció de agua al
gran Palacio de Constantinobla cuando éste era residencia y edificio administrativo
en el imperio Bizantino y luego al palacio de Topkapi con el Imperio Otomano.
Aunque como a los otomanos no les gustaba demasiado el agua almacenada y
preferían el agua corriente se dejó de utilizar por el siglo XIV. Permaneció
oculta durante siglos hasta que un investigador holandés la descubrió en el
siglo XVI tras observar que las casas de la zona, abrían pozos y podían extraer
agua y peces. Y así se descubrió el monumento que la ciudad había olvidado.
Paso a ser usada como almacén de madera hasta que se restauró parcialmente a
mediados del XIX.
Bueno pues con tanto monumento y
con el frío que hacía, pues se había puesto a nevar de nuevo, nos habíamos
ganado un buen almuerzo. Y, por fin! En Turquía ya se podía comer carne así que
Quique se pudo premiar con un gran Döner de carne asada y muy bien de precio!!!
Este plato ya lo conocéis, se ha extendido por toda Europa en una especie de
variante de comida rápida y por todos es conocido (en las Ramblas de Barcelona hay,
o durante un tiempo hubo, un montón de puestos) pero la verdad es que no se
pueden ni comparar a los de Turquía. Los puedes pedir para llevar en un
cucurucho de pan de pita o enrollado (
dürüm)
o bien pedirlo en un buen restaurante sentado
a la mesa. De hecho, döner significa girar, aludiendo a girar la carne asada.
En adelante el döner (en turco), shawarma (en árabe) o el gyro (en
griego),
fueron variantes del mismo
plato y que probamos de muchas formas distintas y con todo tipo de
acompañamiento. Pero lo mejores fueron los de Turquía!!! Con Quique feliz y de
buen humor seguimos recorriendo.
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Visitar monumentos, con el frío que hacía, nos fue abriendo el apetito |
Caminando por las calles de Istambul...
Torre Trajana y mezquita en un día de invierno, y Quique disfrutando de un almuerzo
Fuimos al gran Bazar, que es una
enorme red de galerías repletas de pequeñas tiendas. Todo está cubierto así que
se puede recorrer al cobijo de la lluvia y la nieve. El gran bazar hoy en día
está modernizado; hay tiendas de especias, alfombras, orfebrería y joyería,
antigüedades,
pero se ven interrumpidas
por otras de ropa o de teléfonos móviles que le quitan un poco de encanto. Para
hacerse una idea del gran bazar de Istambul hay que cerrar los ojos y saltar hacia
atrás en el tiempo, cosa de unos cuantos siglos, para imaginar mercaderes de
todos los confines del mundo vendiendo cualquier cosa conocida por la
humanidad; telas procedentes de Cachemira, lujosas sedas de Manchuria, papiros
de Egipto, pergaminos de Pérgamo, la mejor tinta procedente de China, tinte púrpura
extraído de los caracoles de Tira, lo último en astrolabios, perlas del Golfo
Pérsico.... Y todo organizado por calles agrupadas por gremios donde artesanos
y maestros se encontraban trabajando en talleres.
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Así era, más o menos, como esperábamos encontrar el Gran Bazar de Istambul... |
Hoy también están más o menos
agrupadas por tipologías, tiendas de lámparas, espejos, ropa. En el bazar hay
unas 4000 tiendas, suficiente para entretenerse durante un buen rato.
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...Y así fue como lo encontramos... |
Fuimos al gran Bazar, quizás
también con la idea de descubrirnos a nosotros mismos, como intrépidos
exploradores de lugares exóticos, pudiendo entablar una conversación en español
medieval con algún descendiente de la comunidad sefardí. Y es que, tal y como
fuimos averiguando durante nuestro trabajo de documentación, Turquía o mejor
dicho, el otrora imperio otomano acogió con especial hospitalidad a todos los
miembros de la comunidad judía expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos.
El entonces sultán del imperio otomano, una tal Bayaceto II dio instrucciones
para que todos los judíos que vinieran de España fueran bien acogidos pues
estaba maravillado con la llegada a sus tierras de una comunidad poseedora de
tan amplios conocimientos. Y es que, en aquel tiempo, los judíos eran quienes
tenían en su haber lo último en medicina, los más avanzados conocimientos
científicos, la habilidad en el comercio y la mayor destreza en las finanzas.
Los sefardíes conservaron todas sus tradiciones, y prosperaron gracias a su
talento y saber hasta recuperar su posición social que era, en muchos casos,
muy elevada. Pudieron conservar sus tradiciones y, entre ellas, el idioma con
el que llegaron; el judeo-español o ladino. Un español tal y como se hablaba
durante el siglo XV en la península ibérica…
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Es posible que aquí tuvieran lo que andábamos buscando |
Pues eso, nosotros buscamos por
las laberínticas callejuelas y pasadizos del Gran Bazar a alguien que cubriera
su cabeza con un sombrero tipo Kipá desde donde asomaran las dos trenzas
características con la idea de poder escucharle hablar el idioma tal y como
acaso lo habló el mismísimo Jorge Manrique.… Pero no, no hubo suerte, no
encontramos a nadie, agudizamos también el oído en alguna tetería pero tampoco.
De todos los idiomas en que oímos hablar, nada nos recordaba a como pudiera
sonar un antiguo romancero español… Pues eso, finalmente hubo que irse quitando
ese romanticismo de exploradores pues no encontramos a nadie hablando en ese
idioma… Tampoco vimos a nadie realizando cuentas con un ábaco ni nadie nos iba
a vender el mejor mapa para recorrer la ruta de la seda trazado por intrépidos
mercaderes… Estambul, como cualquier otra ciudad moderna y conectada ya había
evolucionado, menuda desilusión, y nosotros que la queríamos moderna pero con
las modernidades de hace 400 años...
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Eso sí, las tiendas de lámparas nos parecían maravillosas... El problema era que con una lámpara no era suficiente para crear ese efecto galáctico... Y, claro, nos las hubiésemos tenido que llevar todas... |
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Artesano trabajando en el Bazar |
Supimos más tarde que, en efecto, había una
comunidad sefardí en Istambul, a la que pertenecían unos 20.000 miembros, pero
el antiguo ladino se había ido perdiendo, ya no era la lengua de comunicación
habitual de la comunidad judía pues, durante el siglo XX, fue poco a poco
siendo sustituida por el turco. Tan sólo lo hablaban algunos ancianos y algún
que otro estudioso… Aunque pudiéramos contactar con algún ladino-hablante si
nos tomábamos un poco de tiempo, nuestro viaje tenía que continuar. Eso sí,
advertimos en el gran bazar la llegada de un nuevo y revolucionario artilugio
de intercomunicación al que llamaban inteligente, con una gran pantalla táctil
y varias cámaras fotográficas de gran resolución. Además, decían que aquel
cacharro te daba la posibilidad de conectarte a internet, gestionar correo
electrónico y documentos… lo llamaban Smartphone… Bah, pensamos, ¿Quién va a
querer hacer tantas cosas con un teléfono? Pues bien, en adelante y a lo largo
del viaje de vuelta iríamos viendo como muchas personas caminaban con su caras
clavadas en las pantallas de sus smartphones y como parejas de adolescentes
neófitos se sentaban cara a cara para una cita romántica mientras cada uno, a
su vez, reportaba sus avances a través de su smartphone… Poco imaginábamos
aquel día en el Gran Bazar que aquel nuevo ingenio iba a modificar rápidamente tanto
las costumbres de oriente como de occidente…
Es muy fácil perderse en el Bazar... Y sí, ese instrumento antiguo era lo que Quique estába buscando!!!
Y tras perdernos un poco más, Blanca también encontró algo para ella en aquel mall del mundo antiguo.
Durante los días que estuvimos en
Estambul, nos dio tiempo de visitar la avenida İstiklal, una de las calles más
concurridas. En esa calle se situaban los comerciantes genoveses y venecianos
en la época bizantina. Hoy es una calle peatonal larguísima por donde circula
un tranvía de época. Allí hay tiendas de lo más variado; libros viejos, música,
cafeterías, etc. Y seguirán existiendo estas tiendas hasta que paulatinamente
se vayan traspasando a las grandes firmas de ropa que ya conocemos y que están
en las principales avenidas comerciales de todo
el mundo…
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Tranvía en la calle İstiklal |
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Peatones y Tranvía |
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Una calle de Istambul |
Una tarde subimos a lo alto de la
torre de Galata, desde lo alto se tienen unas fantásticas vistas de la ciudad y
del cuerno de oro por donde circulaban gran cantidad de cargueros.
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La torre de Galata sobresaliendo al fondo |
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Nosotros, con la ciudad al fondo... |
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Día soleado de invierno en Istambul
Las Mezquitas emergían por toda la ciudad |
Nuestro último día en Istambul
amaneció soleado así que nos embarcamos en un pequeño transbordador para
navegar junto a los cargueros del Estrecho del Bósforo y pasar bajo los puentes
que conectan los dos continentes. Y desde la cubierta y saboreando la brisa
marina, pudimos sentir acaso lo mismo que el pirata de la canción de Espronceda,
“Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Istambul”…
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Un barco zarpa al amanecer |
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Hacía muy buen día para hacerse a la mar en el Bósforo...
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Seguimos las rutas de las aves migratorias...
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Vimos preciosos barcos |
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Puesto de especias en el mercado Egipcio |
De vuelta de nuestra excursión
marinera, continuamos paseando por el mercado egipcio y deleitándonos con sus
millones de colores en los mostradores de especias antes de perdernos a
propósito por sus callejuelas y, unos cuantos Keebabs más tarde, recogimos
nuestras cosas para irnos a tomar nuestro próximo tren.
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Paseando por el barrio Egipcio |
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Estación del Orient Express |
Por la noche subimos al tren (nos
hubiera gustado que hubiese sido el lujoso Orient Express pero hacía dos años
que había dejado de funcionar) así que tomamos otro tren hacia el interior de
Anatolia, hacia la Capadoccia.
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El famoso Orient Exprés dejó de funcionar en 2010 |
Atrás dejamos los famosos baños
turcos (nos faltó tiempo), y las famosas danzas de los dervinches giróvagos,
que tampoco pudimos ver. Nuestro tiempo se terminaba y había que moverse. Ya
tendríamos tiempo de ver a esos bailarines en su peculiar trance místico
levógiro cuando nos hiciéramos con alguno de aquellos smartphones aprovechando
alguna oferta en algún mercadillo persa…
LA CAPADOCCIA
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Paisaje Capadóccico |
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Hacia la Capadoccia en invierno... |
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Una ciudad en la Capadoccia |
La Capadoccia es famosa por un
paisaje característico formado sobre todo por una especie de toba calcárea
además de cenizas volcánicas y areniscas. Este tipo de rocas ha sido esculpido
por el agua y el viento durante años dando origen sus las formas que las han
hecho famosas. También, se trata de rocas especialmente blandas, por ello, sus
antiguos pobladores, desde hace miles de años, pudieron excavar estancias y
habitarlas. Tanto es así que muchos de sus pobladores siguen ocupando
habitáculos en la roca. Incluso hoy, uno puede ver como muchos turcos siguen
instalados en las cavidades rocosas e instalan antenas de televisión y cableado
eléctrico.
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Poblado cavernícola |
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Blanca explorando una antigua ciudad |
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Carretera entre pináculos |
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Pues eso, como un Queso de Gruyere |
Muchos hoteles incluso vendían la posibilidad de alojarse en una
habitación totalmente excavada en la roca acomodada con todo tipo de lujos…
Cuando nosotros llegamos era principios del mes de febrero, o sea,
temporada baja. Eso, por un lado era una gran
ventaja ya que teníamos a nuestra disposición toda la oferta hotelera y a mejor
precio. Pero era invierno y hacía mucho frío y lo de habitar en una cueva nos
pareció que podía ser una experiencia muy helada, así que preferimos una
habitación convencional. Cuando llegamos estaba todo nevado, y ello confería al
paisaje un atractivo especial con el que deleitarse recorriendo la región que
había quedado bajo una un blanco manto de nieve, y sin los inconvenientes
derivados de las muchedumbres propias de la temporada estival!
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Blanca en la Cappadoccia |
Nos pudimos mover en autobuses
locales para visitar la región sin apenas turistas. Un día nos fuimos a visitar
las ciudades subterráneas de Derinkuyu y Kaymakli. Dos ciudades completamente
excavadas en la blanda roca de ceniza. Se dice que estas ciudades podían
refugiar a miles de personas (en Derinkuyu se estima que hasta unas 20.000)
ante una invasión. En estas ciudades podían vivir durante meses si estaban bien
aprovisionados. En las ciudades se pueden recorrer multitud de cavidades,
salas, establos, despensas, dormitorios.
La ciudad de Derinkuyu
tiene más de nueve niveles subterráneos de los que es posible visitar cuatro,
los demás están restringidos a los turistas y en ellas se desarrollan
investigaciones arqueológicas… Pero con los cuatro niveles a recorrer uno ya
siente suficiente claustrofobia.
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Aquí dos simpáticos moteros... |
Avanzada la tarde,
cuando nos hubimos cansado de hacer los cavernícolas por todos los agujeros que
encontramos y helados por el frío glaciar que persigue a todo motorista, nos
metimos en una especie de tetería que era como una especie de bar de jubilados dónde, una vez más, fuímos los protagonistas
del local al ser los únicos foráneos. Nos invitaron a sentarnos para tomar un té
con ellos y nos enseñaron a jugar al backgammon… Curiosamente, el ambiente que
se respiraba en aquella tasca, era exactamente el mismo que en cualquier bar de la
plaza mayor en cualquier pueblo de España, con sus ancianos ya caminando de
vuelta de lo vivido (o lo sufrido) y su sabiduría de la vida… Reconfortados
tras un buen té caliente y después de haber alterado la monotonía del bar y,
suponemos, que siendo la novedad más importante en meses, nos despedimos
amablemente y regresamos a la carretera.
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En este típico bar de "jubilados" capadoccicos nos enseñaron a jugar al backgammon... |
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Y de nuevo regresamos a la carretera... El viaje continuaba...
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Terminamos el día transcurriendo por las desiertas carreteras de la región... |
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LA COSTA
Al día siguiente nos embarcamos
en un autobús hacia la costa sur, a Antalya una ciudad costera totalmente
mediterránea y con un clima bastante más templado.
Cuando visitamos la pequeña ciudad no pudimos
dejar de pensar en el gran parecido que tenía con cualquier otra ciudad europea
de primer nivel. Sus calles estaban limpias y disponían de aceras anchas, se
podían recorrer sus paseos peatonales con tranquilidad, sucumbiendo a curiosear
cuanto tenían de atractivo las bonitas
tiendas dispuestas a ambos lados.
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Antalya |
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Callejeando por Antalya |
El tráfico estaba organizado y un moderno
tranvía cruzaba la ciudad. Las ruinas que conformaban la antigua ciudad romana
estaban restauradas y había un bonito paseo marítimo siguiendo la línea de
costa con varios miradores donde detenerse frente al mar. A decir verdad, no
teníamos la sensación de estar en Turquía sino en algún lugar de la moderna, bonita
y organizada Europa. Pensábamos que aquel podía ser el resultado de la
influencia alemana debido a los miles de turcos que décadas antes habían
emigrado al país teutón y que, quizás al volver algunos de ellos, inspiraron el
desarrollo de la ciudad. No se notaba, o al menos no daba la sensación de que
Turquía fuera un país islámico o especialmente religioso. La religión no era
algo que fuera especialmente notorio o, mejor dicho, excluyente. Si bien gran
parte de los habitantes en Turquía andaba siempre con una especie de rosario
llamado “masbaha” entre manos, no parecía ( o al menos no lo parecía al
visitante) que la religión pudiera estar muy presente marcando otros asuntos
que no fueran los propios del culto. Sea como fuera, Antalya transmitía una
sensación de modernidad, y qué si sólo nos hubiéramos basado en cuestiones
estéticas, no les faltaba de nada para pertenecer (tal y como solicitaban los
turcos en aquellos años) a la Unión Europea. Ha pasado algún tiempo desde que
visitamos Turquía, y desde entonces, el país ha sufrido una serie de cambios
turbulentos. El mundo gira y todo es más frágil de lo que a menudo suponemos, pues
cuanto pueda estar germinando bajo tierra es especialmente difícil de detectar con
nuestra mirada superficial que, la mayoría de las veces, sólo recorre la
estética. En nuestro propio país
iban a
asomar los brotes de algo que, tal vez como los baobabs en el planeta del
Principito, iba a hacer tambalear la tranquilidad y calma aparente que parecía haber
existido durante muchos años. Años, durante los que las semillas se fueron
diseminando disimuladamente por la tierra donde nacimos… La estética mostraría,
años más tarde, una selvática arboleda de baobabs que se extendía sin control
por nuestra tierra sin que pareciera permitir que pudiera crecer ninguna otra
planta… Y hoy, a ver que se hace con los baobabs una vez han desbordado la huerta y
crecen sin control! ¡Cuándo amenazan incluso a quienes los plantaron! A ver
quién es el listo que puede convertir baobabs en rosales y devolver la
tranquilidad a la granja donde nos criamos!...
Pero volviendo a aquellos días en
Antalya, la estética parecía mostrar una ciudad totalmente avanzada y abierta,
digna de una sociedad a la que se le podía otorgar, sin la más mínima duda, la
membresía de ese club de polo al que llamamos Europa… En efecto, la estética
engaña y no siempre se tiene pericia en apreciar con cuanta facilidad está todo
a punto de derrumbarse.
Desde Antalya pudimos visitar varios
teatros y ruinas romanas y seguimos por la costa.
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Ruinas romanas cerca de Antalya
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Blanca en el teatro romano |
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Nos detuvimos en un
pintoresco pueblo de pescadores
llamado
Kas, y
teníamos la idea de visitar la
isla de Kastelorizo, que es donde se rodó la película Mediterráneo… pero es que
en aquel islote no sólo se habían rodado películas. Según averiguamos, resulta
que uno de los piratas más famosos de la Corona de Aragón, un tal Bernat de
Vilamarí bautizó ese islote como Castellroig y lo utilizó como base de
operaciones para todas sus incursiones al Sulfanato de los Mamelucos (actual,
Egipto, Siria, Palestina…). Como al corsario le fue bien, el rey Alfonso V le
nombró almirante que es lo que se hacía en aquel tiempo con los piratas y
saqueadores que tenían gran pericia
pues, de no haber tenido tanto éxito en sus
saqueos, no habría pasado de pirata.
Así
que, resultaba que aquella isla al sur de Turquía había sido la posesión más
oriental que tuvo en algún momento la Corona de Aragón (ups, perdón, la
“Confederació Catalano-Aragonesa”). Bueno pues finalmente no pudimos ir ya que
en temporada baja no encontramos quien nos llevara a la isla y seguimos nuestro
recorrido por la costa.
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Pueblo pesquero de Kas |
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Pescador desenredando sus redes |
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Atardecer frente a Castellorizo... Lugar donde se rodó Mediterráneo y, en su día, posesión más oriental de la Corona de Aragón |
Llegamos a otra localidad costera
llamada Demre (Myra) y allí pudimos ver a Papa Noel. Sí, sí, Papa Noel o San
Nicolás. Resulta que el auténtico San Nicolás fue un obispo cristiano de Demre famoso
por ser especialmente caritativo con los pobres a quienes les hacía regalos
allá por el siglo IV.
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San Nicolás, el auténtico |
Cuenta la leyenda que un hombre rico se arruinó. Desquiciado por sus deudas obligó a sus tres hijas a prostituirse y San Nicolas,
para resolver tan penosa situación, echó unas monedas de oro por la ventana que
fueron a caer dentro de unas calzas que tenían las mujeres junto a la chimenea.
Gracias a eso, salvó a las tres mujeres de su
no deseado oficio….
Sus andanzas
generaron un mito que se fue adaptando en otros lugares más al norte; cambiaron
su tierra de naranjales y palmeras así como su costa de aguas color turquesa
por las coníferas de Laponia, los renos y la nieve. Mucho más fácil de encajar
en un contexto invernal… Al Santo, su fama definitiva y de la que todavía
disfruta, fue producto de una operación de marketing de la Coca-Cola en 1931, que
engordó al obispo y lo vistió con su indumentaria actual de color rojo. Todo un
éxito! Esos cambios consagrarían al santo como superestrella hasta nuestros
días.
(PD: Por cierto, queremos hacer
un llamado a la subdivisión sudamericana de Coca-Cola para instarles a la realización
de una campaña que tenga por objetivo vestir de manera apropiada a Santa Claus en esos países, pues consideramos
inhumano abrigar tanto al viejo y a sus delegados en pleno verano.)
Desde Demre fuimos a ver la
Necrópolis del río. Un complejo de tumbas rupestres excavadas en la roca allá
por el siglo IV a. C.
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Necrópolis de río |
Nos hubiera gustado visitar
también el hermoso Templo de Artemisa de Myra pero nada queda de él. Al ser
éste un templo pagano, el obispo Nicolas lo mando destruir y usó sus piedras
para construir iglesias… Ese maldito Santa-Claus y sus tácticas de monopolio!!!
Por la costa seguimos hacia Mármaris,
nuestra intención era tomar un ferri hacia la isla de Rodas y desde allí ir
saltando
de isla en isla por el Egeo
hasta Grecia. Pero el mal tiempo no lo permitió. Había un temporal en la costa
y se habían cancelado todas las salidas hasta nuevo aviso.
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El tiempo no pintaba bien... Así que cambio de planes. |
Como parecía que el
temporal iba para largo compramos un billete de avión desde Esmirna hacia
Atenas. Ya visitaríamos las islas una vez llegáramos a Grecia. Así que volvimos
tierra adentro y nos fuimos a visitar Aphrodisias.
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Durante el viaje tierra adentro. El paisaje nos parecía muy familiar... |
-¡ Y menuda sorpresa! ¡Una ciudad
romana enterita para nosotros solos!
Eso fue lo que descubrimos al
llegar. Y es que nosotros esperábamos que los restos romanos de Aphrodisias
fueran unas ruinas dentro de una ciudad del siglo XXI. (Como en Tarragona,
Mérida o, incluso, la misma Roma). Pero el caso de Aphrodisias es muy distinto.
Allí hay una ciudad tal y como la
dejaron los romanos. Nadie había seguido viviendo allí desde que hubo un gran
terremoto en el siglo VII y la ciudad entró en decadencia. Finalmente quedó
prácticamente deshabitada y abandonada hasta nuestros días. Ahora se puede apreciar lo que queda de sus edificios
en un entorno y paisaje parecido al que pudo haber existido hace siglos. Así
que, prácticamente solos, recorrimos la ciudad entera imaginándonos como debió
ser el ambiente durante su época de esplendor cuando era un centro artístico de
gran importancia dentro del Imperio Romano y donde los hábiles artistas del
lugar esculpían enormes piedras extraídas de la cantera de mármol ubicada muy
cerca de la ciudad.
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Llegando a Aphrodisias
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Cientos de caras de ilustres ciudadanos romanos adornaban una fachada en Aphrodisias |
Casi se podía escuchar el sonido
de los martillos y cinceles al pasar junto a su famosa escuela de escultura, el
bullicio del público en el gigantesco estadio y el ajetreo de personas
atravesando el ágora en un día de mercado.
A partir del saqueo, la ciudad
afrontó muchos problemas para recuperarse; el puerto se llenó de sedimentos que
impedían la entrada de los barcos, sufrió dos terremotos importantes
durante el siglo IV y finalmente las
posteriores invasiones árabes en la región propiciaron que el lugar fuera
finalmente abandonado.
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La calle Curetes fue la avenida principal de la Éfeso romana. Al fondo la biblioteca municipal... |
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El gran boulevard de Éfeso. |
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Paseando por la calle Cueretes, a la izquierda el Templo de Adriano
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Fachada de la imponente biblioteca de Éfeso |
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Éfeso nos dejó un fantástico sabor de boca. De repente habíamos estado en una de las grandes capitales de la cultura occidental. Atrás dejábamos el exotismo de oriente con sus budas, sus pagodas y sus estupas doradas. Advertimos tras nuestra visita a Éfeso que estábamos volviendo a casa. Pero era maravilloso descubrir que lo que llamábamos casa nos tenía todavía muchas sorpresas reservadas. Ahora ya estábamos a orillas del mar en cuyas aguas nos bañábamos de niños. Regresábamos a lo que durante mucho tiempo considerábamos nuestro hogar y que, de alguna manera sabíamos que ya no lo íbamos a volver a ver con los mismos ojos. Nuestro viaje estaba llegando a su fin (o eso creíamos) y ello nos dejaba una cierto sabor de tristeza que a su vez nos incitaba a disfrutar cada uno de los últimos días que justo empezaban.
Desde Éfeso nos dirigimos a la
cercana ciudad de Esmirna, allí tomamos un avión para sobrevolar el mar Egeo
rumbo a Atenas.